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La Revista

El concepto del “Chi” en relación con la ontología Igbo sobre género y sexualidad

El pueblo Igbo de la cultura nigeriana suele repetir una versión infundada de sus orígenes. Muchas personas creen que son la tribu perdida de Judá debido a las similitudes percibidas entre la cultura Igbo y el judaísmo. Esta creencia se manifiesta en su postura sionista sobre la cuestión política entre Israel y Palestina. También ha llevado a algunas personas Igbo nigerianas a practicar el judaísmo a pesar de que el catolicismo y el anglicanismo son las religiones dominantes y legados del colonialismo. Si bien las prácticas religiosas tradicionales aún existen, las religiones abrahámicas prosperan con mayor prominencia. En la cultura Igbo, “Chi” es un espíritu guardián que guía al individuo. Cuando el cuerpo físico muere, “Chi” no lo hace y busca una persona recién nacida para habitarla. Es un concepto conocido como reencarnación. De igual manera, en el judaísmo también existe la creencia de que el alma puede renacer después de la muerte.

La cosmología Igbo existe desde hace siglos y se ha transmitido a través de tradiciones orales y prácticas culturales. “Chi” es un ser que sostiene, inicia y controla el destino de un individuo (Okoro et al., 2021). Tuve la fortuna de conocer a mi abuelo en vida y presenciar de primera mano cómo realizaba sus rituales tradicionales. Le rezaba a su “Chi” para pedir protección o buena fortuna a su familia. De niño, entendí que “Chi” significaba “Dios” en el sentido abrahámico, en lugar de una fuerza divina dentro de nosotros como pueblo Igbo. Son el espíritu y el alma los que nos guían a través de la vida. Al elegir nombres, las personas Igbo suelen añadir el prefijo “Chi” a varios de éstos. “Chi” es un punto central en la psicología Igbo. Sin “Chi”, somos simplemente carne que existe. “Chi” es el alma, el espíritu y la esencia de la existencia. Es nuestra deidad (Onukawa, 2000).

Aunque el Igbo aún cree en la reencarnación, la interpretación moderna suele asumir que esta sigue líneas de género, lo que significa que el “Chi” de una mujer reencarnaría en un cuerpo femenino, nunca que el “Chi” de una mujer podría habitar un cuerpo masculino. Esta suposición se alinea con la rígida definición conservadora de género y orientación sexual. Pero, ¿qué tal si la reencarnación no fuera tan rígida? ¿Y si el “Chi” fuera más fluido?

La ontología Igbo rara vez se aborda en la cultura popular, apareciendo principalmente en textos académicos. Sin embargo, los autores nigerianos se han vuelto recientemente más audaces al expresar su cultura a través de la literatura. Estas obras exploran cuestiones importantes sobre el género, la sexualidad y el papel del espíritu metafísico, conocido como “Chi”, en la formación de la mente psicológica. Akwaeke Emezi, en su novela La muerte de Vivek Oji, plantea una pregunta importante: ¿Qué pasaría si la identidad queer y lo que simbolizan nuestro espíritu y alma resultaran de la transición de estos seres de una carne a otra?. La existencia de la no conformidad de género y la diversidad en la orientación sexual refuerzan este punto. En La muerte de Vivek Oji, Vivek es un hombre queer, hijo de padre nigeriano Igbo y madre Tamil de India, similar a Emezi. Vivek nace el día en que fallece su abuela materna, y la narración de la novela sugiere que Vivek es la reencarnación de su abuela, como se ve en su parecido, sus marcas de nacimiento y sus gestos.

Una Orquesta de Minorías, de Chigozie Obioma, explora el concepto de “Chi” en una novela narrada desde la perspectiva de este espíritu guardián que habita el cuerpo de una persona desde el principio. La historia narra el viaje de esa persona desde un pueblo Igbo hasta Chipre para cursar estudios y luego su regreso a casa tras descubrir que había sido estafada. Una Orquesta de Minorías otorga a “Chi” autonomía, permitiendo a las personas lectoras comprender y profundizar en sus pensamientos mientras narra la vida personal de la persona habitada por el espíritu. Este ser espiritual se maravilla ante el mundo y narra las acciones cotidianas de su anfitrión.

En Una Orquesta de Minorías, “Chi” no está directamente vinculado con el protagonista, Chinonso, a diferencia del “Chi” de Vivek, que viene de su abuela paterna y asume el cuerpo de Vivek al nacer. Aunque se le asignó el sexo masculino y se crió como niño en la sociedad Igbo de la década de 1990, Vivek crece identificándose como mujer. Entre sus amigos, se le identificaba por el nombre de su abuela, “Nnemdi”, que significa “mi madre vive”, un reflejo de su herencia espiritual. Este nombre solo lo conocen su madre, su padre, su tío y su hermano.

La no conformidad al género siempre ha existido en la cultura Igbo. En la década de 1970, tras la Guerra Civil de Nigeria, una figura destacada, Area Scatter, a quien se le asignó el sexo masculino al nacer, desapareció durante la guerra y regresó, presentándose socialmente como mujer. Con esta nueva identidad, se desempeñó también como música y no fue excluida, sino aceptada. Actuaba para el “Nze na Ozo”, el grupo espiritual, religioso y social más importante de la cultura Igbo.

Las concepciones culturales Igbo sobre el género son fluidas en comparación con la definición tradicional occidental. Por ejemplo, el matrimonio igualitario existe entre mujeres según requisitos culturales (Urama, 2019). Si bien la práctica de las “maridas” entre personas del mismo sexo existe en la cultura Igbo en gran medida debido a la misoginia, aún demuestra cómo nuestra cultura no está totalmente alineada en términos de género y sexualidad con la cultura occidental, tal como se retrató después del colonialismo. De igual manera, el rol de “hija hombre” permite a las mujeres heredar propiedades sin ser clasificadas dentro del concepto de lo “femenino” socialmente aceptable. Aunque misógino, el matrimonio occidental moldeado por las religiones abrahámicas que históricamente posicionó a las mujeres como propiedad, ha evolucionado progresivamente para adoptar principios más igualitarios, y este fenómeno Igbo podría acercarse a lo mismo. A diferencia de la antigua sociedad occidental, en la sociedad Igbo, las mujeres nunca fueron tratadas como sumisas, inferiores y sin voz (Emeka-Nwobia, 2021). Sin embargo, aunque marginadas, ejercían el poder a través de grupos de mujeres como “Umuada”, que tomaban decisiones en la sociedad como consejo de mujeres a cargo de la pacificación y el gobierno social y, a veces, como sacerdotisas y caciques.

Cuando Akweke Emezi publicó su primera novela, Agua Dulce, en 2018, no comprendí del todo su argumento semiautobiográfico hasta que leí su tercer libro, La muerte de Vivek Oji. Entonces tuve que releer Agua Dulce. A diferencia de Vivek Oji, Ada, la protagonista de Agua Dulce existe en la multiplicidad. La novela está escrita desde la perspectiva de Ada y se narra con el pronombre plural “nosotres”. Refleja la creencia cultural Igbo en la dualidad y la coexistencia de los mundos humano y espiritual. El mundo espiritual se asemeja a este mundo en su existencia ordinaria. Estos reinos, el espiritual y el humano, no están verdaderamente separados sino entrelazados, según la cultura Igbo (Okoro et al., 2021). Ante esto, ¿cuál es el contexto cultural del género y la sexualidad en la sociedad Igbo actual si estos mundos —el espiritual y el humano— se entretejen constantemente?

La muerte de Vivek Oji me ha hecho cuestionar mi propia identidad. Al reflexionar sobre mi vida, veo evidencia de que, al igual que Vivek, yo podría ser una reencarnación. Mi madre quedó embarazada un año antes de que la esposa del hermano de mi abuelo falleciera a finales de los noventa. Nací el mismo año que ella. Mi creencia en Dios, como deísta sin afiliación religiosa, ha moldeado mi visión del mundo de una manera totalmente diferente. Al crecer, observé las diferentes religiones en mi familia: mi abuela, una católica devota; mi abuelo, un tradicionalista que rezaba a su “Chi”, y mi tío, un Protestante.

Nací justo cuando murió esta mujer, parte de mi familia. ¿Es posible que su “Chi” se haya integrado en mí a través de la reencarnación? Podría ser, considerando nuestra trayectoria. A diferencia de mi abuelo, mi tío abuelo (su hermano mayor) tuvo educación formal. Su esposa también tenía estudios y era maestra de escuela. Mi tía me contó una vez que esta mujer era extremadamente introvertida y también me contó cómo su esposo la maltrataba. Yo también soy extremadamente introvertido, tartamudeo y me da miedo conocer gente nueva. ¿Será pura coincidencia?

Agua Dulce, de Emezi, recibió la desaprobación social de personas nigerianas, incluyendo a quienes no pertenecían a la comunidad Igbo, en gran parte debido a la identidad LGBTQ+ de la persona autora y a sus disputas públicas con une destacade escritore nigeriana, conocide por sus opiniones transfóbicas. Le criticaron por haber escrito Agua Dulce, y algunas personas argumentaron que exploró la identidad “ogbanje” para la mirada occidental sin profundizar en su obra, más allá de algunas perspectivas limitadas de la cultura. Muchas personas consideran repugnantes a los espíritus “ogbanje” (Eruka, 2023). Se cree que el espíritu es así porque alberga el cuerpo de un recién nacido, trayendo felicidad, solo para morir poco después de nacer. A veces, estos niños sobreviven, y en ese caso, se les marca en un lado de la cara. Si bien Akwaeke Emezi se describe a sí misme como une “ogbanje” no binaria, yo no lo soy. Me describo como un hombre gay queer. Sin embargo, en mi niñez, siempre tuve pequeñas marcas en ambos lados de la cara, cerca de los ojos, apenas visibles y casi desvanecidas con los años.

Mi tía me explicó hace poco el significado de esas “marcas”. Me contó que, cuando mi madre regresó de la ciudad al pueblo, había planeado quedarse varios meses antes de regresar a la ciudad. Una mañana, mi madre sufrió un fuerte dolor de cabeza y mi abuela la llevó al hospital. Allí, en el hospital, colapsó y falleció. Muchos familiares aún especulan que mi madre podría haberse quitado la vida, tras haber sido víctima de los chismes y del aislamiento parcial de la comunidad donde creció. En la versión del catolicismo del sureste de Nigeria, aunque no estoy seguro de si es universal, si una hija tiene un hijo fuera del matrimonio, la madre tiene prohibido recibir la sagrada comunión durante un tiempo. Tras la muerte de mi madre, empecé a sufrir enfermedades recurrentes. Me llevaron a un lugar que mi tía nunca me explicó, y me dejaron la marca en la cara. Me pregunto si el “Chi” de mi madre pretendía moldear mi género y sexualidad como un hombre gay afeminado y de apariencia masculina. Según mi interpretación, la marca podría haber sido una marca “ogbanje” utilizada para proteger a los niños del espíritu maligno y mantenerlos a salvo (Uche et al., 2013).

Esto convierte el género y la sexualidad en un tema complejo en la cultura Igbo nigeriana, especialmente antes de la llegada del colonialismo. El sexo era reconocido, pero el género, moldeado por las expectativas sociales, se consideraba fluido. “Chi” es un destino personal que se le asigna a cada individuo en la concepción (Okoro et al., 2021). La carne muere, pero “Chi” nunca muere. Una Orquesta de Minorías interpreta a “Chi” como un espíritu que no necesariamente influye en las decisiones de la carne. Simplemente observa y guía. A lo largo de la novela, “Chi” observa y evalúa las acciones del protagonista sin intervenir. Esto difiere de la representación de “Chi” en La muerte de Vivek Oji de Akwaeke Emezi.

En el 2020, el veterano actor nigeriano Pete Edochie, de 73 años, afirmó que el espíritu “ogbanje” causaba la homosexualidad. Si bien su comentario parecía un respaldo a la obra de Akwaeke Emezi, probablemente pretendía condenarla más que apoyarla. Si consideramos a Vivek, es razonable concluir que, tras la muerte de su abuela, su “Chi” tomó su cuerpo. Esta creencia cultural plantea preguntas importantes: ¿existen distinciones de género y sexualidad en nuestra esencia espiritual? Científicamente, el comportamiento humano está determinado por la psicología de la mente y el alma, que gobierna nuestras acciones. Estos seres “Chi” controlan nuestras acciones y nos guían.

En el contexto cultural del género y la sexualidad, la cultura Igbo ha considerado históricamente el sexo como binario, basado en características sexuales visibles. Sin embargo, sus expectativas sociales en cuanto al género han sido más flexibles en comparación con las sociedades occidentales, donde la sexualidad se ha definido tradicionalmente como exclusivamente heterosexual. Sin embargo, en el mundo actual, la sociedad Igbo-nigeriana sigue en gran medida la ortodoxia occidental, una reliquia del colonialismo y del marco nacional más amplio en el que existe Nigeria.

En mi opinión, “Chi” es no binario. Se apodera del cuerpo de una persona recién nacida y le otorga autonomía. Estos “Chi” existen más allá de las construcciones sociales de género, alineándose con sus inclinaciones hacia el género y la sexualidad, mientras que la biología permanece fija. A diferencia de los marcos coloniales occidentales de género, estos seres metafísicos desafían el condicionamiento social, ofreciendo una interpretación más fluida de la identidad.

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Sobre la autor:

Obinna Tony-Francis Ochem es un escritor independiente que explora temas de género, clase, sexualidad, cambio climático y monstruos que cambian de forma. Ha participado en varios talleres de escritura, becas LGBTQ+ y programas de mentoría. Actualmente colabora como investigador voluntario en ReportOUT, donde contribuye al análisis histórico y político de los derechos LGBTQ+. Como parte de ReportOUT, presentó ante la ONU y contribuyó con su base de datos de países sobre SOGIESC. Actualmente, colabora en la investigación sobre identidades intersexuales/trans para su próximo proyecto “OUT in Nigeria”.