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La Revista

Reclamando el aborto como acto sagrado, de sanación y empoderamiento

Una mano sostiene una concha de abulón durante una ceremonia de sahumerio. Dentro de la concha hay pasto dulce, salvia y una prueba de embarazo. La foto fue tomada por Seren Friskie el 16 de noviembre de 2024.
Seren sostiene una concha de abulón con pasto dulce (sweetgrass) y salvia, junto con una prueba de embarazo, en el Parque Pacific Spirit durante una ceremonia privada. Crédito de la foto: Seren Friskie, 16 de noviembre de 2024.

Durante miles de años, la atención a la salud reproductiva ha sido una parte esencial de las prácticas culturales Indígenas, abarcando ritos sagrados, rituales religiosos y el derecho a elegir un aborto. Este derecho a la autonomía reproductiva estaba entrelazado en el tejido de nuestras comunidades, se respetaba como medicina para nuestros espíritus y se defendía como parte de nuestra conexión con la tierra, con nosotros mismos y con las generaciones futuras.

Esta integración de los cuidados medicinales y rituales refleja la idea de que la salud reproductiva es inseparable de nuestro mundo espiritual y cultural. El aborto dentro de este marco, honra al individuo y a la comunidad, permitiendo decisiones enraizadas en el amor, la responsabilidad y la sabiduría ancestral. Las opciones reproductivas -incluido el derecho al aborto- son un acto sagrado de autorespeto.

En 1973, la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos en el caso Roe contra Wade estableció un derecho constitucional al aborto, enmarcándolo como una cuestión de privacidad en virtud de la Decimocuarta Enmienda. Esta sentencia histórica proporcionó protección federal para el acceso al aborto, anulando muchas leyes estatales restrictivas y simbolizando una victoria fundamental para los defensores de los derechos reproductivos. Sin embargo, el 24 de junio de 2022, la sentencia Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization anuló Roe, eliminando casi 50 años de protecciones federales y dejando el acceso al aborto a discreción de cada estado. A raíz de ello, 15 estados de los llamados “Estados Unidos” han promulgado prohibiciones casi totales o restricciones severas que afectan a 18 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva, creando un mosaico de acceso que afecta desproporcionadamente a los grupos privados de equidad, incluidas las comunidades Indígenas. 

La decisión de Dobbs intensifica los riesgos a los que se enfrentan las mujeres Indígenas, las mujeres de color y las que viven en la pobreza, poniendo aún más en peligro a estas comunidades ya de por sí vulnerables. Más del 60% de las personas que solicitan abortos en los llamados “Estados Unidos” pertenecen a grupos y minorías étnicas. Las mujeres Indígenas, que ya se enfrentan a tasas de mortalidad materna más elevadas -hasta tres veces superiores a las de las mujeres blancas-, son especialmente vulnerables. Los estados con leyes restrictivas sobre el aborto suelen ser rurales o carecer de infraestructuras sanitarias, lo que agrava las barreras existentes para las comunidades Indígenas. 

Para las personas Indígenas, la pérdida de las protecciones federales agrava aún más las dificultades para obtener una atención segura y oportuna del aborto, intensificando las desigualdades existentes moldeadas por el colonialismo y el racismo sistémico. El Servicio de Salud Indígena (IHS) presta asistencia sanitaria a más de 2,6 millones de personas Indígenas en todo “Estados Unidos”. Sin embargo, su capacidad para prestar servicios de aborto está muy limitada. Los abortos sólo se permiten en casos de violación (si se denuncia en un plazo de 60 días), incesto o si la vida de la persona embarazada corre peligro.

Esta política restrictiva, establecida por el Servicio de Salud Indígena, significaba que incluso antes de la reciente derogación de Roe contra Wade, cientos de miles de mujeres Indígenas se enfrentaban a grandes barreras para acceder a una atención de salud reproductiva integral, lo que les dejaba con menos opciones en comparación con las poblaciones no Indígenas. Esta disparidad subraya las desigualdades sistémicas arraigadas en los sistemas de salud federales y su repercusión en la autonomía reproductiva.

Las comunidades Indígenas han mantenido durante mucho tiempo prácticas culturalmente específicas en torno a la salud reproductiva, arraigadas en el respeto a la autonomía corporal, la interconexión y el carácter sagrado de la vida. Este enfoque holístico de la salud reproductiva se ha guiado por los conocimientos tradicionales y las prácticas sagradas, transmitidas de generación en generación por los ancianos y los guardianes del conocimiento.

Tradicionalmente, las parteras, las curanderas y las personas mayores proporcionaban cuidados mediante plantas medicinales, ceremonias y el apoyo de la comunidad. Estas prácticas abordaban la salud física, emocional, espiritual y comunitaria. Las Primeras Naciones de Norteamérica utilizaban hierbas como el cedro rojo, el poleo americano, el tanaceto y el jengibre silvestre canadiense en los cuidados reproductivos y como abortivos. Del mismo modo, los aborígenes australianos utilizaban plantas como la orquídea gigante, el arbusto de la quinina y la mallee de hoja azul, que se ingerían, insertaban o fumaban junto con el palo de hierro de Cooktown. Estas prácticas estaban profundamente vinculadas al cuidado de la comunidad y al bienestar espiritual. 

La foto muestra un exuberante bosque del noroeste del Pacífico, en un día lluvioso de otoño. El bosque es el territorio tradicional y ancestral del pueblo Musqueam. La foto fue tomada por Seren Friskie el 16 de noviembre de 2024.
El Parque Pacific Spirit está ubicado en el llamado “Vancouver, Canadá”, territorio ancestral del pueblo xʷməθkwəy̓əm (Musqueam). Crédito de la foto: Seren Friskie, 16 de noviembre de 2024.

El aborto forma parte de las tradiciones Indígenas de cuidado de salud desde hace mucho tiempo y está profundamente arraigado en las enseñanzas culturales sobre el bienestar y la soberanía. Lejos de ser un concepto moderno, se ha practicado durante generaciones como un acto de curación y equilibrio, en coherencia con los enfoques holísticos de la medicina Indígena. Reconocer el aborto como medicina lo afirma como una forma de cuidado espiritual y una expresión vital de la autonomía corporal. Durante miles de años, las prácticas Indígenas han nutrido cada etapa de la salud reproductiva -apoyando la menstruación, la fertilidad, la anticoncepción, el aborto, el parto y la menopausia- mediante enfoques que honran la interconexión del cuerpo, la mente y el espíritu.

Para las comunidades Indígenas, el concepto de elección está profundamente conectado con la autonomía y la sobrevivencia, reflejando los valores tradicionales de la autodeterminación y la salud holística. 

Pero la colonización trastocó estas prácticas, sustituyéndolas por políticas que pretendían controlar los cuerpos de las personas Indígenas, especialmente los de las mujeres y las personas dos espíritus. Las esterilizaciones forzadas, la denegación de cuidados y la eliminación de los conocimientos tradicionales han dejado cicatrices duraderas. La necesidad de proteger los derechos reproductivos y la soberanía cultural de las personas Indígenas se hace cada vez más urgente a medida que los desafíos legales, como la decisión Dobbs, afectan al acceso al aborto. 

Una forma en que las comunidades Indígenas están reclamando el aborto como práctica sagrada es a través del trabajo de las doulas Indígenas modernas. Estas doulas no solo apoyan a las familias durante el parto, sino que también ayudan a reclamar la justicia reproductiva proporcionando atención esencial para el aborto. Al integrar los conocimientos tradicionales con las prácticas contemporáneas, restauran los valores culturales de elección y soberanía, al tiempo que abordan las barreras sistémicas y los traumas.

Las doulas Indígenas modernas reivindican la justicia reproductiva ofreciendo un apoyo vital a las familias durante el parto. Estas profesionales calificadas proporcionan cuidados físicos, emocionales e informativos, combinando prácticas culturales tradicionales como la hierba dulce, el cedro y el sahumerio con técnicas de parto modernas. Su labor va más allá del apoyo al parto: desafían los sistemas coloniales que durante tanto tiempo han oprimido a las comunidades Indígenas, restaurando los vínculos culturales y abogando por la justicia sanitaria. Arraigadas en el marco más amplio de la justicia reproductiva, que incluye el derecho a ser padres en entornos seguros y propicios, las doulas Indígenas ayudan a las familias a recuperarse de las consecuencias del colonialismo, al tiempo que celebran la vida y la comunidad.

Para algunos pueblos Indígenas, el aborto también puede ser un acto sagrado de sanación que trasciende el proceso físico. Es una reivindicación de la autonomía corporal, que ofrece la curación del trauma histórico y actual de las políticas coloniales que pretendían controlar los cuerpos Indígenas. A través del aborto, las mujeres Indígenas han recuperado su poder, se han resistido a la opresión sistémica y han honrado su autodeterminación.

Aunque las comunidades Indígenas han sufrido la eliminación violenta de sus prácticas culturales y espirituales, está arraigando un poderoso resurgimiento de los conocimientos tradicionales, especialmente en torno a la salud reproductiva. En toda Norteamérica, los pueblos Indígenas están revitalizando ceremonias como el ayuno de bayas ojibwe y la danza de las flores del valle Hoopa, ritos de paso que honran la menstruación, la autonomía corporal y la conexión con la comunidad como actos de descolonización. Del mismo modo, el aumento del número de doulas Indígenas y el resurgimiento de las prácticas culturales del parto ponen de manifiesto un profundo compromiso con la preservación de nuestros conocimientos ancestrales frente a los continuos desafíos.

Sin embargo, la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de anular el caso Roe contra Wade amenaza con agravar las desigualdades a las que se enfrentan las personas Indígenas a la hora de acceder a la atención reproductiva occidental y tradicional. Para quienes viven en estados que han prohibido o restringido gravemente el aborto, y para quienes ya se enfrentan a barreras en la atención de salud en las reservas, esta decisión impone obstáculos aún mayores. Plantea cuestiones urgentes sobre cómo estas nuevas restricciones pueden afectar al uso de prácticas medicinales tradicionales y a los derechos de las personas Indígenas a la autonomía cultural y religiosa.

En estos tiempos de incertidumbre, reclamar nuestros conocimientos y luchar por una atención reproductiva accesible y culturalmente arraigada se convierten en actos tanto de resiliencia como de resistencia. A medida que construimos un futuro que honra el carácter sagrado de nuestros cuerpos, afirmamos el derecho a vivir y sanar en nuestros propios términos. Llevamos adelante una visión de la atención, basada en el respeto y la liberación, que perdura a pesar de las barreras a las que nos enfrentamos.

En respuesta, la organización Not in Our Honor convocó a una conferencia de prensa en la galería Nuwu Art, seguida por una manifestación afuera del estadio donde se realizó el Super Bowl. Rhonda LeValdo, en representación de la tribu Acoma, se refirió al evento como el “partido del genocidio”, destacando las consecuencias graves de la perpetuación de estereotipos. Defensoras y defensores locales hicieron eco de dichas preocupaciones, haciendo un llamado a cambiar el logotipo de los Kansas City Chiefs.  Su postura refleja un movimiento más amplio para abordar el racismo en los deportes.

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Sobre la persona autora:

Seren Friskie (Ella/Elle) es especialista en equidad y participación en Foundry BC, investigadora asociada en el Centro de Estigma y Resiliencia entre Jóvenes Vulnerables (SARAVYC), educadora, oradora y defensora del bienestar Indígena. De ascendencia Néhiyaw, sto:lo y europea, Seren está comprometide con la promoción de la equidad sanitaria, la justicia social y el cambio de los sistemas. Su trabajo incluye el fomento de espacios comunitarios negros, la ampliación de los cuidados que afirman el género y la defensa de la mejora de los servicios de salud mental en toda la Isla de la Tortuga. Seren vive en los territorios no cedidos de las naciones xʷməθkʷəy̓əm (Musqueam), Sḵwx̱wú7mesh (Squamish) y səlilwətaɬ (Tsleil-Waututh) en la llamada “Vancouver, Columbia Británica”.