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La Revista

Puentes Entre Mundos: Espiritualidad Ancestral

El arte tiene la capacidad de traducir lo invisible, llevándonos a lugares donde las palabras no siempre alcanzan. Estas dos obras invitan a contemplar el mundo desde una dimensión espiritual inspirada en la sabiduría Indígena: la luna como guía y el tercer ojo como puerta hacia realidades intangibles. 

Las creencias espirituales de los pueblos Indígenas aún nos interpelan en el mundo moderno. En un momento en el que la vida cotidiana se ve profundamente influenciada por las transformaciones del mundo, las enseñanzas ancestrales siguen siendo una fuente de sabiduría y equilibrio.

Chía

Chía, la diosa lunar de los Muiscas, ilumina la noche, guía a los viajeros, controla las mareas y el crecimiento de las cosechas. Los Muiscas, una comunidad Indígena del altiplano cundiboyacense en Colombia, veneranban a Chía como símbolo de equilibrio y claridad. Su nombre, que en lengua muisca significa “luz” o “claridad,” era central en los rituales agrícolas de los Muiscas y en ceremonias lideradas por sus Xeques o sacerdotes.

Los mitos antiguos la describen como una deidad protectora capaz de controlar el curso de las aguas y traer prosperidad. Su presencia trasciende estas historias y sigue siendo un símbolo relevante en la ciudad de Chía, cercana a Bogotá, que lleva su nombre como testimonio de una herencia que nos invita a reflexionar sobre el equilibrio entre la modernidad y la sabiduría ancestral. Aunque el culto directo a la diosa ha disminuido, muchas comunidades siguen reconociendo su simbolismo como emblema de la conexión espiritual con la naturaleza.

El tercer ojo

El tercer ojo, con raíces en antiguas tradiciones espirituales, representa una conexión vital con el universo. Es el canal por donde lo visible y lo invisible se encuentran. Aunque su origen viene de las tradiciones orientales, muchas comunidades amazónicas de Colombia, Brasil y Perú también lo asocian con la capacidad de percibir el “tejido invisible” que conecta a todos los seres: no solo humanos, sino también animales, plantas, elementos de la naturaleza e incluso las memorias de quienes ya no están físicamente presentes.

Esta conexión refleja la idea de que todo en el universo está interrelacionado y que lo espiritual no es una abstracción distante, sino algo que puede experimentarse de manera tangible. Esta ilustración no solo plasma un concepto, sino que propone una mirada profunda hacia lo que nos vincula con el cosmos. En las tradiciones Indígenas, esta visión no es un privilegio, sino una posibilidad latente en cada uno de nosotros, esperando ser cultivada a través de la sensibilidad y el espíritu abierto.

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Sobre la persona autora:

Laura Martínez nació y creció en el Caribe colombiano y se identifica como una artista sentimental. Su obra se erige como una apuesta política, donde la crítica social y el arte de protesta son los pilares sobre los que construye su narrativa.

Laura cree firmemente en el poder transformador del arte y en la capacidad de cada individuo para contribuir al cambio social. Tiene un claro compromiso con lo que ama y en lo que cree y por ello confía en la construcción (para muchos utópica) de un futuro mejor. “La función social del artista es provocar y animar a la humanidad, por eso decidí desde la plena conciencia que mi tarea en este mundo es CREAR en lugar de responder”.