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La Revista

Breve crónica de un viaje audiovisual originario

En la imagen aparece la cineasta Ángeles Cruz en un atardecer de colores cafés y amarillos, de pie frente a la Agencia Municipal de su pueblo Villa Guadalupe Victoria. Se está haciendo una trenza mientras mira hacia la cámara. Crédito de la foto: Ange Cayuman, 5 de enero de 2022
Ángeles Cruz delante de la Agencia Municipal en Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca, México. Crédito de la foto: Ange Cayuman, 5 de enero de 2022

Hace una década inicié un viaje en busca de las Diversidades Ancestrales en el cine y audiovisual. Uno de sus orígenes fue la visita que hice en 2013 al Museo de Arte Precolombino e Indígena en Montevideo, Uruguay. Tenían en exhibición la muestra “Placeres originarios. Sexualidad, identidad y género en sociedades Indígenas”. Llamaron mi atención dos películas sobre les Muxe, quienes han sido llamados “el tercer sexo” por la comunidad zapoteca de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, México. 

Luego de años de activismos de disidencias sexuales, necesitaba indagar  sobre experiencias que resonaran con mi ser disidente sexual y mi pertenencia al pueblo Mapuche, comunidad originaria del sur de lo que hoy son los Estados de Argentina y Chile. Unos años más tarde me radiqué en Santiago de Chile y conocí a Seba Calfuqueo, artista visual Mapuche, y su video performance “You will never be a weye/ Tú nunca serás un weye”. En esta obra, ella entrelaza relatos familiares de rechazo hacia la homosexualidad, pasajes de crónicas coloniales y una propuesta estética visual centrada en la artista vistiendo su cuerpo a la usanza tradicional de las mujeres Mapuche, pero con ropajes de fantasía. Cinco minutos que abren a un entendimiento de las complejidades sobre la identidad y las violencias coloniales. 

En ese momento comprendí las posibilidades del lenguaje audiovisual para habilitar y circular conversaciones sobre las Diversidades Ancestrales, es decir, sobre ser Mapuche y disidente no como una sumatoria de identidades o categorías sino como una imbricación. El desafío era develar  interrelaciones de procesos históricos colectivos, posibles genealogías sexo-genéricas ancestrales y procesos vitales contemporáneos disidentes. Al año siguiente, Seba me invitó a ser parte de su proyecto audiovisual “Domo”. Yo dudé en incorporarme a su obra porque domo quiere decir mujer en mapudungun, la lengua Mapuche, y yo estaba sintiendo que esta nominación ya no me representaba, pero acepté. Quise ser parte de ese diálogo. En ese tiempo Seba se identificaba como hombre homosexual y yo como mujer lesbiana. Con el paso del tiempo nos hemos acompañado en los procesos de configuración identitaria, y hoy Seba es ella y yo soy él. 

Comencé una indagación y rastreo de películas y trabajos audiovisuales  sobre disidencias de distintos pueblos originarios. Me percataba que existía un mundo rico en existencias disidentes de comunidades que se auto representaban, es decir, realizadas por cineastas y artistas visuales disidentes e Indígenas. Esta búsqueda se intensificó cuando en 2019 comencé a trabajar  en el  Festival Internacional de Cine y las Artes Indígenas en Wallmapu, FicWallmapu, en Temuco, al sur de Chile. Esta fue una recomendación de Seba Calfuqueo, pues el equipo del festival quería abordar esta temática.  Propuse que usáramos el concepto de Diversidades Ancestrales, tomado de les hermanes en México que en 2012 lo presentaron en un informe de Derechos Humanos ante la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre las poblaciones diversas originarias, información que me compartió el productor y realizador del pueblo Wayuu, David Hernández.

La foto muestra personas sentadas en sillas azules observando una imagen proyectada en una pared, un fotograma del video “Eymi Inchiw”, del artista Pablo Lincura, en el que aparece una joven pintándose los labios. La muestra es parte de la muestra de cine de Diversidades Ancestrales en Daupará. Crédito de la foto: Ange Cayuman, 18 de octubre de 2022
Muestra de cine de Diversidades Ancestrales en Daupará, donde se mostró un fotograma del video “Eymi Inchiw”, del artista Pablo Lincura . Crédito de la foto: Ange Cayuman, 18 de octubre de 2022

Una de las acciones que realizamos, fue la residencia de arte “Territorios en tensión” en la localidad de Challupen junto al lago Calafquen y al Volcán Villarrica, al sur de Chile. Propusimos la creación de obras en relación a este concepto a partir de la estadía en esas tierras y el diálogo con la comunidad Mapuche que las habita. Una de las artistas residentes, Neyen Pailamilla, conoció, como parte de su investigación, a la poeta Mapuche Gabriela Llanquinao, quien le compartió un pewma (sueño) que había tenido. De este proceso surgió la obra audiovisual llamada “Wüfko” que quiere decir “manantial” en mapudungun. En la tradición Mapuche, los pewma son fundamentales, y Neyen, asumiendo el rol de pewmatufe (intérprete de sueños), creó una pieza que en tres minutos y catorce segundos entrelaza narración, sueño, sexualidad femenina y una performance donde su cuerpo se hace un elemento más del territorio. 

Durante la pandemia realizamos conversatorios y muestras de cine en línea sobre Diversidades Ancestrales y fui conociendo a les realizadorxs de esas películas de pueblos originarios. En 2021 comencé a viajar a sus países para conocerles y entrevistarles. En 2021 me acredité como prensa en el Festival de Cine de Morelia que tiene una ventana importante de difusión de cine Indígena latinoamericano. En un café cercano a las salas de cine entrevisté a Celina Manuel, cineasta purépecha, que estrenaba en el festival su cortometraje “La espera”. La sinopsis nos cuenta:  “Yazmín y Zenaida, nuera y suegra, viven esperando la llegada de sus esposos. Tiempo que develará posibilidades infinitas”. Esta película, que ha tenido gran circulación en muestras y festivales, aborda la situación de los procesos migratorios de las comunidades, lo que sucede con quienes se quedan y los flujos de las relaciones sexo afectivas. 

En esos días, se estrenaba en el mismo certamen “Nudo Mixteco” la multipremiada película de la directora Mixteca Ángeles Cruz. Una de las tres historias del filme es sobre una pareja de lesbianas que se reencuentran luego que una de ellas se va del pueblo por la discriminación que sufrió en su adolescencia. Encontramos en Nudo, como le llama cariñosamente Ángeles a su película, una de las escenas de sexo entre mujeres Indígenas más bellas que he conocido. Fui testigo de la ola de aplausos en la sala cuando anunciaron que Cruz ganó como mejor guión y que la película obtuvo el premio del público en el festival. Ángeles había viajado a España unos días antes, así que le envié las fotos y videos que hice del momento. Quedamos en encontrarnos en su pueblo, en Oaxaca, a su regreso.

El nueve de noviembre de 2021 llegué, de noche, a Villa Guadalupe Victoria, un pueblo en la Mixteca alta, en Oaxaca, México. Cuando bajé del carro, Ángeles Cruz me estaba esperando.  Estuve una semana acompañándola en varias de sus labores como tesorera de la comunidad, cargo  que ocupó ese año y que es muy relevante mencionar, pues el cine de la realizadora mexicana está anclado en la relación con su pueblo. Sus proyectos los ha presentado en la asamblea comunitaria de Villa Guadalupe Victoria, filmado con sus parajes, con actores y actrices profesionales, y personas de la comunidad para sus personajes.  

Un día después de sus labores, tomábamos un café y le pregunté qué era la tiricia. Su primer cortometraje se llama “La tiricia o cómo curar la tristeza”. Sin más me dijo “vamos al río.” En el camino, recogimos rosas blancas y flores silvestres del mismo color. Al notar que unas personas nos observaban y murmuraban, se lo mencioné. “De mí siempre hablan”, respondió. Al llegar, me enseñó a hacer la limpia. Me arremangué los pantalones, me quité los zapatos y entré al agua. Saludé al río como en mi pueblo, levantando cuatro puñados de agua y susurrando: “Mari mari ngen ko, chalieyu lewfü. Te saludo, espíritu del río”. Entonces lloré, hasta que no quedó más río en mis ojos. Cuando terminé, solté las flores y no miré atrás. La tristeza se había ido. 

Para calmarme de ese momento profundo de remoción de mis dolores e inseguridades producto de diversas violencias homofóbicas, Ángeles me llevó a la orilla de una gran laguna. De camino pasamos frente a una casita azul pequeña. “Acá íbamos a grabar “La carta”, pero pensamos que era muy de cuento”, me dijo.  “La carta” es el segundo cortometraje de Cruz y es la primera película de lesbianas Indígenas escrita y dirigida por una mujer Indígena y lesbiana en Abya Yala, palabras que el pueblo Gunadule usa para  denominar a lo que conocemos  como América.

Seguí viajando y en 2022 aterricé en Bogotá. Las compañeras de la productora Sentarte, Arte con Sentido,  relacionadas con la producción de Daupará, la Muestra de Cine y Video Indígena de Colombia me habían convocado. Ellas iniciaron encuentros con mujeres diversas de pueblos originarios y me invitaron a dar una charla en línea sobre el tema en 2021. Para esta edición de Daupará me pidieron dar una charla presencial sobre cine y Diversidades Ancestrales. Preparé la muestra “Tüfachi purun inchiñ ngealu / Esta danza es por nosotras”, inspirada en un verso de la poeta Daniela Catrileo. Inicialmente compuesta por seis obras de artistas Mapuche de las disidencias sexuales, con el tiempo ha incorporado trabajos de otros pueblos.

Desde hace cinco años, he recorrido México, Colombia y Chile, conectando con cineastas y artistas visuales de los pueblos Gunadule, Wayuu, Arhuaco, Purépecha, Maya, Mapuche, Mixteco y Embera Chamí, quienes hacen cine y video sobre Diversidades Ancestrales. A través de las entrevistas y conversaciones que hemos tenido, advierto una decisión de ejercer la autorrepresentación sobre estos temas y la voluntad de propiciar diálogos con sus propias comunidades. Muestra de esto sucede en el documental “Sexilio” de Ysai Muñoz Bueno, en el que la protagonista le explica a su comunidad en asamblea: “Me visto como mujer, soy yo. Me siento orgullosa, como soy yo. Quiero ser reconocida por ser Indígena trans.”

A más de diez años de los primeros trabajos audiovisuales de autorrepresentación de Diversidades Ancestrales, celebro un horizonte de circulación de estos imaginarios que son parte de las luchas que los pueblos originarios damos en el contexto colonial y extractivo actual. Como parte de nuestras comunidades revertimos los procesos de despojo generando nuestras formas propias de arte. Existen Festivales y muestras de cine como Daupará, que lleva tres ediciones abordando esta temática, y también ventanas de exhibición como la que presenta el Festival Transfeminista de Mujeres Alborde, con su categoría Identidades Enraizadas. 

Observo, además,  un acercamiento del cine de pueblos originarios de Abya Yala con los cines de otras latitudes como Hawai, donde se han producido importantes películas de Diversidades Ancestrales desde la búsqueda de sus relatos históricos y que han tenido gran acogida en las muestras en que he realizado la mediación artístico cultural de las películas. Otros procesos colectivos que se relacionan con esta producción y circulación de este cine son la creación de espacios de mujeres y personas disidentes como el Colectivo Tejedoras de la Imagen. En 2023, fruto de varios encuentros, se arma esta red de jóvenes originarios de Colombia que impulsa el cine y la comunicación desde las Diversidades Ancestrales.

Cada tanto descubro nuevos y antiguos trabajos disidentes Indígenas en video poema, videoclip, documental, ficción y artes visuales. Me siento parte de una fuerza colectiva que expande la diversidad política, cultural y artística de los pueblos originarios a través de las artes audiovisuales. Ese viaje ha sido un proceso de sanación para mí y me ha regalado la experiencia de ser parte de una comunidad que se construye a cientos de kilómetros de distancia.

Este año he comenzado un proyecto de mediación para instancias educativas sobre cine de Diversidades Ancestrales junto a compañeras del Colectivo Tejedoras de Imagen. A través de la generación de guías  buscamos propiciar encuentros y conversaciones, tan propias de los mundos comunitarios, y llenar de imágenes, sonidos y movimiento disidente nuestros territorios.  

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Sobre la persona autora:

Ange Cayuman es escritor, periodista y audiovisualista trans Mapuche. Realiza programación, mediación de cine y curadurías audiovisuales en Argentina, Chile, Colombia y México. Investiga la diáspora de pueblos originarios, archivos audiovisuales Indígenas, poesía de mujeres originarias y las autorrepresentaciones de las diversidades ancestrales.